jueves, 11 de abril de 2013

IDEOLOGÍAS VERSUS ISMOS

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                                                   IDEOLOGÍAS VERSUS ISMOS
                                    Por MANUEL ALEXIS para MACKALEXDIGITAL

                                                      

Hay una tendencia a considerar los “ismos” como ideologías, y a estas como un conjunto de ideas que identifican a una persona, grupo, era o movimiento. Pero en el plano filosófico-político, las ideologías se conforman con representaciones coherentes a través de las cuales, una clase social se reconoce, y se apalanca con ellas en su lucha contra otra clase para imponer su dominio, y es lo que Marx llamó, metafóricamente, superestructuras, las cuales no son más que las justificaciones “ideológicas” de un sistema de producción determinado, con fines de fortalecer la infraestructura y asegurar que se acepten como normales las condiciones económicas y sociales, y es ahí donde entra el juego político y mediático de nuestros tiempos, con los diferentes matices de los ismos.

A la época de los fines de los setentas y principios de los ochentas, se le llamó la “era de las ideologías”, de manera muy confusa, fruto de la era de la industrialización, donde se destacaban dentro del sistema capitalista, la ideología conservadora (única con carácter de verdad), la fascista, comunista, y posteriormente se insertó la nacionalista y por tanto, la única real ideología era y sigue siendo la conservadora.

Incluso, las demás se pueden considerar como variantes del capitalismo, con excepción del comunismo (que naturalmente, no puede ser considerado tampoco una ideología desde el punto de vista político, sino una aspiración), y de ahí, que tanto el fascismo, el nacionalismo, el mercantilismo, el reformismo, entre otros, no pueden ser considerados como tales, sino como aportes o paliativos para la conservación de un sistema que busca afanosamente arraigarse en el poder de una relación socio-económica que ya no se corresponde con las aspiraciones humanas de un momento histórico determinado.

Hoy podemos encontrar en nuestra cultura occidental y en cualquier otra cultura, palabras tales como marxismo, tomismo, islamismo, cistianismo, confusionismo, peronismo, kantismo, leninismo, bochismo, chavismo, balaguerismo, franquismo,  maquiavelismo… Y muchísimos otros más. Pero además, tenemos otras terminaciones, que lógicamente, tampoco son ideológicas, como sería el caso de leche pasteurizada o una actitud hafkiana… Se trata, como muy bien señala Antonio Jáuregui, de un legado cultural y que se debe a individuos o grupos concretos, como sería, para mencionar otro ejemplo, el de saqueo, para referirse a aquel ladrón que se apoderaba de todo cuanto encontraba en el camino y que luego se popularizó como saqueo o saqueamiento.

De aquí se desprende, que es una constante en la historia de la humanidad, sustantivar o adjetivar de modo sucinto las contribuciones de los hombres y mujeres o grupos, con las raíces que les dieron origen, y de ahí, los grandes ismos u otras terminaciones. Y así, hay términos (principalmente los ismos) que caracterizan una generación, aunque sólo en parte o nada se comprenda su significado o como dijo Russell, “Un islote en un océano de ignorancia”.

De aquí, se puede aseverar, que es un dislate considerar los ismos, o cualquier otra adjetivación o sustantivación como ideologías desde el punto de vista político. Nada más, para poner un ejemplo, piense en el “globalismo”, el cual, tomándole la palabra al economista egipcio Samir Amín, el planeta sólo se reduce a una comunidad de naciones más que a una comunidad internacional, y por tanto, se tiende más a conservar lo que se tiene de manera individual, que a una verdadera internacionalización.

Luego de estas observaciones, es fácil deducir que los ismos no representan ideologías, desde el punto de vista filosófico-político, sino, sólo matices a favor o en contra de una de las tres grandes que son, a saber: la ideología reaccionaria, la conservadora y la ideología avanzada o revolucionaria.

La reaccionaria representa a aquellas personas que añoran el pasado y consideran que debe volverse atrás para seguir disfrutando de las prebendas del poder y de los mismos privilegios de que gozaban, como es el caso de los reyes y señores feudales que añoran sus títulos nobiliarios acompañados de su ociosa riqueza, y que extrañamente, una vez  derrotados, comienzan a comprar títulos característicos de dicho sistema tales como aquellos de baronesa, condes, príncipes, entre otros.

La conservadora, la cual, una vez consolidada, usará todo los medios a su alcance para conservar lo obtenido, y muchas veces recurrirá a los ismos para amortiguar los efectos en contra, como lo fue en su tiempo el mercantilismo, el reformismo, el consumismo o el perverso mercado social, o la funesta social democracia, o la payasada de Tony Blair con la desafortunada y perversa tercera vía, y que hasta es capaz de clasificar ciertos ismos de revolucionarios, como es el caso del capitalismo actual.

Y por último, la revolucionaria o avanzada que trata de contrarrestar los efectos negativos del sistema vigente (en nuestros tiempos el capitalismo denominado así por el capital) y que al menos teóricamente, por el momento, persigue una mejor distribución del excedente social producido por la sociedad en su conjunto.

Naturalmente, hoy, los métodos tradicionales de violencia para sustituir una relación de producción por otro, han pasado al campo político y la lucha mediática, luego del brillante trabajo de Antonio Gramsci, quien reivindica a Maquiavelo, como elemento clave en la lucha política, y entiende, criticando el marxismo ortodoxo, que éste subestima los mitos burgueses en el proceso de socialización, lo cual no es más que aceptar el hecho de que la mayoría da por válidas las ideas socialmente adecuadas, independientemente de si son buenas o válidas, y aceptando que muchas veces las ideas dan forma a la realidad humana, dando categoría de verdad a la idea marxiana que “nadie vive de acuerdo a como piensa, sino que piensa de acuerdo a como vive”.

Independientemente de eufemismos y matices rebuscados a favor o en contra de cambios, en este tríptico señalado, las ideologías siempre se moverán en este terreno, y los mal llamados izquierdismo o derechismo, seguirán siendo un asunto de colocación o posición, y nunca ideologías.

Visto todo esto, y aun con toda la lucha política y mediática, que apenas empieza, ser revolucionario hoy en día, implica tener sentido del momento histórico, y conservador, entender que las cosas son y serán como siempre han sido, resumido este último, en la desafortunada y desfasada obra de Fukuyama: El fin de la historia. Desfasada, pues si la historia tiene fin, el hombre y la mujer no tienen sentido.

Y como dijo una vez el profesor Pedro Catrain, en una entrevista que le hizo la redactora Carmen Imbert Brugal en el periodico HOY: Hay que obviar la izquierda sectorial, religiosa, testimonial, si realmente se quiere tener opción de poder, a menos que esta sea la única y exclusiva meta; pero si se quiere ser un político que busca construir alternativas, relación con los ciudadanos y ciudadanas con sus demandas, tiene que buscar alternativas […] y la izquierda es una teología sin ninguna conexión con la realidad. (HOY, jueves 4 de julio del 2 002, TEMA, entrevista hecha por la redactora CIB, al profesor PC).

Luego, resulta evidente, que los ismos pueden apalancar, en un sentido o en otro, las ideologías, dependiendo en que posición y momento histórico usted se encuentre ( a favor o en contra de una de ellas), pero no pueden ser considerados como tales, pues casi siempre su permanencia es muy efímera o sólo queda como referente histórico así como lo ha pasado a ser el caballo como elemento de transportación.

Dice un investigador norteamericano que: “El pecado original de todo escritor, es ver el mundo sólo desde su propia perspectiva. La objetividad es ilusoria. Como dijo Don Quijote a Sancho Panza: Eso que a ti te parece bacía de barbero me parece a mi el yelmo de Mambrino, y a otro le parecerá otra cosa. Kaplan, Robert D, The Return of the Ancient Times. Título en español: El Retorno de la Antigüedad, traducción por Jordi Vidal, Ediciones B. s. a. febrero del 2 002, Barcelona, España, p. p. 27-41). Con esta cita de KRD, simplemente quiero decir, que mis opiniones en este respecto, no son necesariamente definitivas e incontrovertibles, aunque desde mi punto de vista las entiendo como válidas y racionales, y que, naturalmente, valoro mucho su posición si son contrarias, y todo va a depender, naturalmente, de cómo usted viva y piense, lo cual debe respetarse, por encima de cualquier animadversión.

Concluyo con una observación de Gramsci respecto de la importancia maquiaveliana de la política y la necesidad de ceñirse a la lucha política, respetando las costumbres y las culturas de los pueblos, emulando el éxito que le ha dado a la burguesía su capacidad camaleónica. Cito:

El príncipe moderno o sea el experimentador inteligente que se mueve en el elemento ambiguo de la política, que posee la doble naturaleza del centauro maquiavélico, de la bestia y del hombre, de la fuerza y del consenso, de la autoridad y de la hegemonía, de la violencia y de la civilización, del momento individual y del momento universal […] (Gramsci, Antonio, Notas sobre Maquiavelo, sobre el Estado Moderno y la Política, Editorial Nueva Visión, Buenos Aires, 1 976, p. 48. Citado por Umberto Cerroni, Teoría política y Socialismo, p. 164).

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