lunes, 28 de marzo de 2011

¿A FAVOR O CONTRA EL MATRIMONIO?

MACKALEXDIGITAL: ¡LA MEJOR MANERA DE CRECER!

De: http:// www.iesvs.org

¿Vale la pena casarse?

Tomás Melendo
Catedrático de Filosofía (Metafísica)
Director de los Estudios Universitarios en Ciencias para la Familia

Readaptado por MACKALEX para mackalexdigital.blogspot.com

El libro del matrimonio: esa misteriosa unión

José Pedro Manglano
¿Para qué casarse?

Bastantes jóvenes aseguran hoy que no ven razón alguna para contraer matrimonio. Se quieren, y en ello encuentran una justificación sobrada para vivir juntos. Estimo que están equivocados, pero los comprendo perfectamente.

Y es que las leyes y los usos sociales han arrebatado al matrimonio todo su sentido:

a) por una parte, la admisión del divorcio elimina la confianza de que se luchará por mantener el vínculo;

b) por otra, la aceptación social de “devaneos” extramatrimoniales, considerados casi como una “necesidad“, por no decir un “derecho“… o un “deber”, suprime la exigencia de fidelidad;

c) y, finalmente, la difusión masiva e indiscriminada de contraceptivos, unida a la afirmación de su total inocuidad —espiritual, psíquica y física—, desprovee de relevancia y valor a los hijos.

¿Qué queda, entonces, de la grandeza de la unión conyugal?, ¿qué de la arriesgada aventura que siempre ha sido?, ¿con qué objeto “pasar por la iglesia o por el juzgado“?

Vistas así las cosas, a quienes sostienen la absoluta primacía del amor habría que comenzar por darles la razón, para después hacerles ver algo de capital importancia, que otras veces ya he apuntado: es imposible quererse bien, en serio, sin estar casados.

Hacerse capaz de amar

Aunque pueda suscitar cierto estupor, lo que acabo de sostener es bastante cierto. En todos los ámbitos de la vida humana hay que aprender y capacitarse. ¿Por qué no en el del amor, que es a la par la más gratificante, decisiva y difícil de nuestras actividades? Jacinto Benavente afirmaba que «el amor tiene que ir a la escuela». Y es verdad. Para poder querer de veras hay que ejercitarse, igual que, por ejemplo, hay que templar los músculos para ser un buen atleta.

Pues bien, la boda capacita para amar de una manera real y efectiva.

Nuestra cultura no acaba de entender el matrimonio: lo contempla como una simple ceremonia (mejor cuanto más lujosa o extravagante), un contrato rescindible, un compromiso…

Algo que, sin ser falso, resulta demasiado pobre.

En su esencia más íntima, la boda constituye una expresión exquisita de libertad y amor. El sí es un acto profundísimo, inigualable, por el que dos personas se entregan plenamente y deciden amarse de por vida. Es amor de amores: amor sublime que, en primer término, “redime” mi pasado; y, además y sobre todo, me permite “amar bien“, como decían nuestros clásicos: fortalece mi voluntad y la habilita para querer a otro nivel; sitúa el amor recíproco en una atmósfera más alta.

Por eso, si no me caso, si excluyo ese acto de donación total, estaré imposibilitado para querer de veras a mi cónyuge: como quien no se entrena o no aprende un idioma resulta incapaz de hablarlo.

A su joven esposa, que le había escrito: «¿Me olvidarás a mí, que soy una provincianita, entre tus princesas y embajadoras?», Bismark le respondió: «¿Olvidas que te he desposado para amarte?»

Estas palabras encierran una intuición profunda: el “para amarte” no indica una simple decisión de futuro, incluso inamovible; equivale, en fin de cuentas, a “para poderte amar” con un querer auténtico, supremo, definitivo… imposible sin el mutuo entregarse del monio, sin casarse.

Casarse o “convivir“

No se trata de teorías. Cuanto acabo de exponer tiene claras manifestaciones en el ámbito psíquico.

El ser humano solo es feliz cuando se empeña en algo grande, que efectivamente compense el esfuerzo. Y lo más impresionante que un varón o una mujer pueden hacer en la tierra es aprender a amar.

Vale la pena dedicar toda la vida a amar cada vez mejor y más intensamente, porque solo para eso hemos venido a este mundo.

De ahí que, en realidad, sea lo único que merece nuestra dedicación: todo lo demás, todo, debería ser tan solo un medio para conseguirlo. «Al atardecer de nuestra existencia —repetía san Juan de la Cruz— se nos examinará del amor».

¡Y de nada más!, añado yo: todo lo que, en mi vida, no transforme en amor, resulta inútil, vano o incluso perjudicial.

Pues bien, cuando me caso establezco las condiciones para consagrarme sin reservas a la tarea de amar. Por el contrario, si simplemente vivimos juntos, y aunque no sea consciente de ello, todo el esfuerzo tendré que dirigirlo, a “defender las posiciones” alcanzadas, a que no se me vaya “el ganado (¡sin segundas!)… o la ganada (¡sin terceras!)”.

Todo, entonces, se torna inseguro: la relación puede romperse en cualquier momento. No tengo certeza de que el otro va a esforzarse seriamente en quererme, en acopiar las alegrías y superar los roces y conflictos del trato cotidiano: ¿por qué habría de hacerlo yo? No puedo bajar la guardia, relajarme, mostrarme de verdad como soy, no sea que mi pareja advierta defectos “insufribles” y decida que “hasta aquí llegaron las aguas”. Ante las dificultades que por fuerza han de surgir, la tentación de abandonar la empresa se presenta muy cercana, puesto que nada impide esa deserción.

La simple convivencia crea un clima psíquico que hace peligrar el objetivo fundamental y entusiasmante del matrimonio: aumentar, intensificar y mejorar el amor y, con él, la felicidad.

¿Amor o “papeles”?

Todo lo cual parece avalar la afirmación de que “lo importante” es quererse. ¡Y es que es verdad!

El amor es efectivamente lo importante. No hay que tener miedo a esta idea. Pero ya he explicado que no puede haber amor cabal sin donación mutua y exclusiva, sin casarse.

Los papeles, el reconocimiento social, no son de ningún modo lo importante; pero, en cuanto confirmación externa de la mutua entrega, resultan imprescindibles.

¿Por qué?

Desde el punto de vista social, porque mi matrimonio tiene repercusiones civiles claras, que aumentan todavía más con la llegada de los hijos: la familia compone —o debería componer— la clave del ordenamiento jurídico y el fundamento de la salud de una sociedad; es indispensable, por tanto, que quede constancia de que otra persona y yo hemos decidido cambiar de estado y crear una nueva familia.

Pero, sobre todo, la dimensión pública del matrimonio, la ceremonia religiosa y civil, la fiesta con familiares y amigos, las participaciones del acontecimiento, anuncios en los medios —¡superguay, si puede ser en la tele!—… todo deriva de la enorme relevancia que lo que están llevando a cabo tiene para los cónyuges. Si eso va a cambiar radicalmente mi vida, a hacerla mejor, si me va a permitir algo que es una auténtica y maravillosa aventura, me gustará que todos o, al menos, los auténticos amigos lo sepan: igual que pregono con bombo y platillo las restantes buenas noticias.

Igual, no.

Mucho más, porque no hay nada comparable a casarse: me pone en una situación inigualable para crecer interiormente, para ser mejor persona y tremendamente feliz (el que no se lo crea… que haga la prueba en serio).

¿Cómo no difundir, entonces, mi alegría?

¿Anticipar el futuro?

Es verdad que, a la vista de lo expuesto, bastantes se preguntan: ¿cómo puedo yo comprometerme a algo para toda la vida, si no sé lo que ésta me deparará?, ¿cómo puedo tener certeza de que elijo bien a mi pareja?

Se trata de una pregunta típica de los dos últimos siglos, en los que el afán de seguridad se ha desbordado más allá de lo propiamente humano —a veces con repercusiones psíquicas, incluso graves— y, a pesar de las proclamas en contra, de manera inversa al aprecio real por la libertad, que siempre lleva consigo algo de riesgo.

Y la única respuesta posible, la que doy siempre que me hacen públicamente esta pregunta es: “de ningún modo”, “no hay ninguna manera de saberlo”, “el futuro es… el futuro”: indefinible por naturaleza, con el permiso de los “adivinadores de turno”, aunque son ya tantos que lo del turno es más bien utópico: se nos cuelan por todos lados y a todas horas.

A lo que suelo añadir, antes de que desaparezca el auditorio, que para eso está el noviazgo: un período muy aprovechable, que ofrece la oportunidad de conocerse mutuamente y empezar a entrever cómo se desarrollará la vida en común.

Después, si soy como debo, ya sé bastante de lo que pasará cuando me case: sé, en concreto, que voy a poner toda la carne en el asador para querer a la otra persona y procurar que sea muy feliz. Y si se trata de un propósito serio, y si hemos sido prudentes y nos conocemos lo bastante, será compartido por el futuro cónyuge: el amor llama al amor. Podemos, por tanto, tener la certeza de que vamos a intentarlo por todos los medios. Y entonces es muy difícil, casi imposible, que el matrimonio fracase.

Observar y reflexionar

Ciertamente, esa decisión radical de entrega no basta para dar un paso de tanta trascendencia. Hay que considerar también algunos rasgos del futuro cónyuge.

¿Cuáles?

En primer término, por pura honradez, he de advertir que la viabilidad de un matrimonio nunca puede conocerse teniendo relaciones íntimas antes o en vez de la boda: como enseguida veremos, por más que choque contra la costumbre y las pretensiones generales, la situación que así se crea es tan artificial, tan abismalmente distinta de lo que sostendrá un matrimonio, que no existe modo peor de calibrar si debo o no casarme con aquella persona.

Los rasgos que debería tener en cuenta son siempre otros:

Por ejemplo, si “me veo“ viviendo durante el resto de mis días con aquella persona, incluso cuando esté sin arreglar, ronque o le crezcan los michelines; también, y antes, cómo actúa en su trabajo y con sus colegas, como trata a su familia, a sus amigos; si sabe controlar sus impulsos, incluidos los sexuales: porque, de lo contrario, nadie me asegura que será capaz de hacerlo cuando estemos casados y se encapriche con otro u otra; si me gustaría que mis hijos se parecieran a ella o a él (¡qué horror!)… porque de hecho, lo quiera o no, se le van a parecer; si sabe estar más pendiente de mi bien (y de su bien real, por más que le cueste) que de sus simples y casi inacabables antojos…

En definitiva:

a) No hacer el menor caso a lo que promete.

b) Escuchar —con todo el romanticismo que desee, pero como quien oye llover— lo que me dice.

c) Prestar mucha atención a lo que parece que es.

d) Más todavía a lo que efectivamente hace, a cómo se comporta.

e) Y conceder un peso absoluto a su manera de obrar… justo cuando no está conmigo, puesto que cuando nos vemos, los dos nos encontramos dispuestos naturalmente —sin la menor malicia— a agradar, ya que se trata del momento más esperado del día, en el que ambos podemos y queremos dar lo mejor de nosotros mismos.

Por el contrario; si en su casa, con sus amigos, con sus compañeros de trabajo… se porta como un o una egoísta o como un o una déspota, si no tiene en cuenta los deseos y el bien real de quienes lo rodean, ¿quién puede asegurarme de que no va a acabar así… también en la cama?

Relaciones anti-matrimoniales

Y aquí suele plantearse una de las cuestiones más decisivas y sobre las que impera mayor confusión. La necesidad de conocerse, de saber si uno y otra congenian, ¿no aconseja vivir juntos un tiempo, con todo lo que esto implica?

Se trata de un asunto muy estudiado y sobre el que cada vez se va arrojando una luz más clara.

Un buen resumen del status quaestionis sería el que sigue: está estadísticamente comprobado que la convivencia previa al matrimonio nunca produce efectos beneficiosos: ¡nunca!

Por ejemplo:

a) los divorcios son mucho más frecuentes —parece que el doble— entre quienes han convivido antes de contraer matrimonio;

b) las actitudes de los jóvenes que empiezan a tener trato íntimo empeoran notablemente, y a ojos vista, desde ese mismo momento: se tornan más posesivos, más celosos y controladores, más desconfiados y gruñones… incluso más feos.

Pero, ¿por qué?

La causa, aunque profunda, no es difícil de intuir. El cuerpo humano es, en el sentido más hondo de la palabra, personal; y quizá muy especialmente sus dimensiones sexuales. En consecuencia, la sexualidad sabe hablar un único idioma: el de la entrega plena y definitiva.

Pero, en las circunstancias que estamos considerando, esa total disponibilidad resulta contradicha por el corazón y la cabeza, que, con mayor o menor conciencia, la rechazan, al evitar un compromiso de por vida.

Surge así una ruptura interior en cada uno de los novios, manifestada psíquicamente por un obsesivo y angustioso afán de seguridad, cortejado de recelos, temores, rencores y suspicacias, que acaban por envenenar la vida en común.

Por otro lado, como consecuencia de lo anterior, uno y otra empiezan a sentirse mal… y buscan de nuevo “estar juntos” como medio para evitarlo; el malestar se calma momentáneamente, mientras duran las relaciones, para luego crecer con más fuerza, “estar otra vez más juntos“, aumentar la desazón persistente, en una especie de espiral fatídica que culmina casi siempre con la separación… ¡y peor si no es definitiva!

De ahí que, en contra del uso habitual, a este tipo de relaciones prefiera llamarlas “anti o contramatrimoniales“.

Para conocerse de veras

Por otro lado, resulta ingenua la pretensión de decidir la viabilidad de un matrimonio por la “capacidad sexual“ de sus componentes: ¡como si toda una vida en común dependiera o pudiera sustentarse en unos actos que, en condiciones normales, suman unos pocos minutos a la semana!

Pero es que la mejor manera de conocer a nuestro futuro cónyuge en ese ámbito consiste, como antes sugería, en observarlo en los demás aspectos de su vida, y tal vez principalmente en los no se relacionan directamente con nosotros: reflexionar sobre el modo cómo se comporta en su hogar, trabajo o estudio, con sus amigos o conocidos… y con sus “enemigos“, pues en algún momento de nuestra vida matrimonial seremos considerados como tales, etc.

Pues si en esas circunstancias es generoso, afable, paciente, servicial, tierno, desprendido…, puede asegurarse, sin temor al engaño, que a la larga esa será su actitud en la vida cotidiana y en las relaciones íntimas.

Mientras que la “comprobación directa“, e incluso la forma de tratarnos, por responder a una situación claramente “excepcional“ —el noviazgo un tanto “lanzado“—, no solo no proporciona datos fiables sobre su futuro, sino que en muchos casos más bien los enmascara.

Por eso, frente a una opinión muy difundida, cabría afirmar que “vivir (y acostarse) juntos” es la mejor manera de no saber en absoluto cómo va a actuar la otra persona durante el matrimonio.

Repito que no se trata de una mera ficción ni una suerte de “invento piadoso” para desaconsejar esa convivencia: como acabo de apuntar, resulta bastante fácil caer en la cuenta de que la situación que se crea en tales circunstancias es absolutamente artificial… y muy diversa de lo que será la vida en común, día a día —no solo “noche a noche”—, cuando ambos estén casados.

¿Probar a las personas?

Pero se puede ir más al fondo: no es serio ni honrado “probar” a las personas, como si se tratara de caballos, de coches o de ordenadores. Las personas son algo tan grandioso que, en su presencia, solo cabe la veneración y el amor; por ellas arriesga uno la vida, «se juega a cara o cruz—como decía Marañón—, el porvenir del propio corazón», la vida entera.

Además, la desconfianza que implica el ponerlas a prueba no solo genera un permanente estado de tensión, difícil de soportar, sino que se opone frontalmente al amor incondicional —incondicionado e incondicionable— que está en la base de cualquier buen matrimonio: y si no hay base o punto de apoyo, el matrimonio… se cae.

A lo que cabe añadir otro motivo, todavía más determinante: no se puede realizar ese “experimento”, es materialmente imposible, aunque parezca lo contrario: porque la boda cambia muy profundamente a los novios; no solo desde el punto de vista psicológico, al que ya me he referido, sino en su mismo ser: los modifica hondamente, los transforma en esposos, les permite amar de veras: ¡antes no es posible ese amor!

Pero este es un tema de tanta trascendencia que prometo volver muy pronto sobre él.

LA IMPORTANCIA DE LA ENSEÑANZA DEL MUNDO VIRTUAL

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Readaptado por MACKALEX para mackalexdigital.blogspot.com
Citado por El Caribe

 Domingo, 27 Marzo 2 011

                Las redes sociales dan poderes de dioses a mortales



Por EFE 

25 de Mar 2 011 04:45 PM

Bogotá, (EFE).- Las redes sociales ponen "poderes de dioses en manos de mortales", según el autor de "Historias reales de redes virtuales", el periodista colombiano Gonzalo Piñeros, quien defiende que en colegios y universidades se debería enseñar a ser un ciudadano digital.

El libro publicado por Grijalbo, que ya llegó a las librerías colombianas, recopila siete crónicas reales de usuarios de Facebook, Myspace y otras redes sociales que reflejan los abismos a los que se exponen al abrirse a un mundo virtual todavía sin límites.

Para Piñeros, periodista de la Agencia Efe, hay en el libro dos historias que "representan los dos lados de la balanza: la historia de una niña de 13 años que llega a tomar la decisión de ahorcarse porque un novio que no ha visto en su vida la deja y el encuentro de un argentino con su mamá." "Creo que todos sabemos que las redes sociales son buenas, son malas y tienen peligros", explicó.

El periodista, nacido en Bogotá en 1981, apuntó que a través de estas experiencias reales busca que el lector se cuestione qué relación quiere tener con estas plataformas virtuales.

El objetivo del libro, señaló, "no es satanizar las redes sociales" porque a través de ellas también suceden cosas positivas, sino que "cada uno se pregunte: ¿Qué estoy haciendo con mi Facebook, con mi Twitter, con mi Myspace, con mi vida en las redes sociales?".

Sin embargo, el usuario de redes virtuales se enfrenta a vacíos legales y educativos constantemente y aprende "por inercia", sin un tutor que le oriente y ayude a manejarlas.

"La generación del 'nativo digital' (como se denomina al usuario de redes) está sola y se relaciona de distinta forma que sus antecesores, ese es el gran vacío que hay, y lo peor es que no hay quien los entienda" porque nadie ha vivido esto antes, apuntó. Por eso, Piñeros considera necesaria una cohesión social "que incluya colegios, universidades, Estado, sociedad y familia" hasta que "el establecimiento pueda enseñar a la gente y aprender sobre ello al mismo tiempo".

"Es clave que en los colegios y las universidades haya una cátedra de Ciudadano Digital que recoja cómo hay que comportarse y escribir en un foro, cómo manejar tu identidad virtual, porque eso hoy no te lo enseñan en ninguna parte", sostuvo.

De otro modo, puede que "el propio Estado te mande a la cárcel por hacer un comentario inofensivo en una red social", dijo el periodista en alusión al proceso judicial en que se vio envuelto el estudiante bogotano Nicolás Castro, acusado de crear en Facebook un grupo en el que se amenazaba de muerte a Jerónimo Uribe, uno de los hijos del expresidente Álvaro Uribe.

"Historias reales de redes virtuales" destaca también el poder de convocatoria de herramientas como Facebook, a través de la cual el 4 de febrero de 2008 se congregó a millones de personas en varias capitales del mundo en contra de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Con un simple "me gusta" en un grupo Facebook cualquier ciudadano puede formar parte de una revolución que se salta las vías tradicionales. Además, es capaz de orquestar un ascenso de popularidad sin precedentes, como fue el caso del exalcalde de Bogotá Antanas Mockus, que se subió a la llamada "Ola verde" para alcanzar la Presidencia de Colombia, lo que no llegó a lograr a juicio de Piñeros, "porque la maquinaria política de siempre, funciona".
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CONTRIBUIR AL ENRIQUECIMIENTO TANTO FÍSICO COMO ESPIRITUAL COMO INTELECTUAL COMO ECONÓMICO DEL SER HUMANO ES LA IDEA PRINCIPAL DE ESTA PÁGINA.

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Crítica de la crítica

La crítica: ¿mala, mediocre o buena?

(FRAGMENTO)

MACKALEX

¿Qué es un crítico para ti? Un ogro perfecto que tiene todas las reglas establecidas sobre como se debe crear o el creador potencial que se entretiene observando las creaciones ajenas para imponer (ni siquiera sugerir) normas y criterios preestablecidos que de ser él el creador, hubiera fielmente seguido?

Antes de exponer el tema, es pertinente establecer algunas cuestiones puntuales del criticado, el cual puede estar ubicado en el entorno diario (donde normalmente se encuentran el chisme y la envidia) ... fruto de la misma frustración personal del crítico, que creyéndose realizado no soporta la cara feliz y el estilo tranquilo de quien según Èl, no representa la normalidad que debe tener el ente humano...

Pero sabemos, que el hombre, en sentido general, es un ser inacabado lleno de angustias y temores, los cuales se reflejan en frustraciones personales que coinciden en el universo donde se encuentran de manera unívoca el chisme y la envidia, coadyuvantes siempre del vacío existencial tan connatural al hombre (no importa lo que haya logrado) y que se resume en el sugerente nombre del libro de Alexis Carrel: La incógnita del hombre.

...y trata de vender una imagen impropia de él y se convierte en un advenedizo que aspira a la gloria y al éxito, mediante el manejo artero de la chimosgrafía y el engaño.

Por último, si tienes deseos de crear —vid mi artículo acerca de la creación, por este mismo medio— olvida la crítica y crea...

28 de mayo, 2 009

Nota: Fragmento del artículo CRÍTICA DE LA CRÍTICA del opúsculo: MONOGRAFÍAS SELECTAS 1

¡Así de fácil!

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No hay mejor forma de crecer que adoptando el crecimiento como FILOSOFÍA DE VIDA

¡¡¡BIENVENIDO SAMURAI!!

La lucha constante, es el esfuerzo más grande con que pueden vencerse las dificultades:

¡OCUPARSE SÍ! ¡PREOCUPARSE JAMÁS! Ignacio Larrañaga...

Eneñanzas del maestro FENIX para llevar una vida mejor a través de la BIOPROGRAMACIÓN y de apoyo al crecimiento integral del emprendedor.

El Resurgir de la Magia.

El poder de la mente humana es Ilimitado, sin embargo lo usamos como si fuera un Iceberg. El 99% de nuestras Capacidades, Talentos y Poder está Oculto bajo el agua, y sólo un mísero 1% es utilizado en la vida diaria, quizás menos.

En el fondo de nuestros corazones, todos sabemos que el mundo tiene que ser más grande de lo que vemos a simple vista, el problema es que nunca nadie nos descubrió el secreto de esos "talentos especiales" que todos sentimos en nuestro interior. La Bioprogramación es la Disciplina que te enseña a hacer lo "Imposible" Realidad.

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ESCRÍBALO EN SÓLO 100 PALABRAS / PARA POLÍTICOS E INTELECTUALES

PARA POLÍTICOS E INTELECTUALES 22 / 9 /09 MACKALEX Para políticos e intelectuales, vivimos la época del fin de las ideologías. ¿Pero la posición de que desaparecieron, no es una posición ideológica? ¿No es una posición ideológica la del nipón-norteamericano Fukuyama su libro El Fin de la Historia? Si la historia tiene fin, es porque el ser humano llegó donde tenía que llegar; sin embargo, los problemas humanos no disminuyen, se acrecientan: ¿Parece ser entonces que la historia no tiene fin: usted qué cree? ¿Es que acaso los seres humanos seguimos deleitándonos, aun con las titulaciones académicas, en un conformismo-masoquismo, que se ampara en la ignorancia provocada y asimilada? / A PROPÓSITO DE FACEBOOK, HI5, BADOO Y... 17 / 09 / 09 MACKALEX Todo el mundo quiere ser alguien sin asumir riesgos. Los riesgos en la red son los mismos de más de 4 000 años. Disfrutarla es asumir los riesgos que ello implica; naturalmente, usted encontrará personas que no le gustan y otras a las cuales usted no le gusta, campo de atracción magnético que genera la dinámica de los gustos entre personas de la misma manera que en el campo externo a lo virtual. Aquello de que sólo el contacto físico importa no es del todo cierto… La telemática también es perceptiva… ¡Posiblemente mucho más de lo que usted se imagina! MACKALEX… mackalex1112@gmail.com

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