Tras la muerte de Trujillo en 1 961, y posterior a un breve periodo de transición, es Juan Bosch quien, luego de más de 20 año en el exilio, el 27 de febrero de 1 963 asume el inmenso reto de dirigir los destinos de la incipiente democracia dominicana. Político, literato, profesor, historiador, intelectual y liberal, con un pensamiento sobre el desarrollo muy claro, pero quiza muy adelantado a su época, y sobre todo a las circunstancias socio-económicas que reinaban en aquel momento.
Bosch dio inicio a un proceso de desarrollo productivo en República Dominicana, basado, principalmente, en una reforma agraria, en la lucha contra la corrupción administrativa, y en una serie de políticas económicas que, entre otras cosas, promovían los derechos de los trabajadores a gozar de los beneficios de las empresas y el pago de impuestos por parte de las empresarios, e impulsaban austeridad en el gasto público.
Probablemente uno de sus principales aportes a la democracia dominicana que nacía en aquellos tiempos, y que en su momento fue rechazado por los grupos tradicionales de poder, fue la promulgación de la constitución, en 1 963. Esta constitución estuvo caracterizada por una serie de planteamientos que posteriormente se le arrebataron a la sociedad, como el fundamentar la existencia de esta nación en el trabajo, considerado como obligación para todos y un deber del Estado garantizarlo; y el declarar como delitos contra el pueblo la sustracción de fondos públicos o prevalerse de la posición dentro del Estado para obtener ventajas económicas ilícitas.
También en su gobierno se promulgó por idea y coceptualización del mismo Bosch, y sobre la base de prácticas de otros países, entre los que ya se encontraba Taiwán, la primera ley de Zonas Francas para la Exportación. Aquella ley, No. 38 del 4 de julio del 1 963, desconocida por muchos, creó la Zona Franca de Puerto Plata, y otorgaba en esencia los mismos incentivos que hoy en día mantenemos, casi 50 años después.
Hoy estamos conminados a adecuar este esquema de incentivos, no sólo por las exigencias y compromisos establecidos en los acuerdos de libre comercio y tratados internacionales, sino también porque requerimos incorporar nuevos estímulos más allá de la simple creación masiva de empleos, con miras a promover innovación, productividad, uso de energías renovables, capacitación de recursos humanos, y en fin, un nuevo modelo para seguir creciendo de manera más incluyente, sostenible y sustentable.
Tomar esa decisión tan atrevida para aquellos días, donde el proteccionismo y un incipiente sector productivo nacional nacía en un nuevo orden político, fue sin dudas una real osadía que contravenía intereses establecidos. Sin embargo, Bosch plantó la semilla institucional que dio origen a algo que ha sido exitoso por muchos años y que hoy necesita renovarse. Las Zonas Francas no son nuevas ni mucho menos un invento nuestro. Todos los países las tienen o las tuvieron en su momento; las necesitamos para seguir exportando, pero ahora basadas en una visión diferente, tanto de forma como de fondo.
ANDRÉS VAN DER HOST ÁLVAREZ
El País p 14 Viernes 11 de marzo 2 011 EL Caribe
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