MACKALEXDIGITAL: ¡LA MEJOR MANERA DE CRECER!
EL ARTE DEL SILENCIO 3
3/4
Por
MACKALEX para
mackaledigital.blogspot.com
Callar sobre tu propia persona es humildad... sobre los defectos de los demás, es caridad... cuando estamos sufriendo, es heroísmo... delante del sufrimiento ajeno, es cobardía... cuando el otro está hablando es delicadeza... cuando el otro espera una palabra es omisión... y no decir palabras inútiles, es penitencia... cuando no hay necesidad de hablar, es prudencia... callar delante de la injusticia, es flaqueza... wikipedia.com (2) / Reflexiones acerca del noble arte de callar.
8
Antes de entrar en el importante tema de la escritura vamos a puntualizar algunos aspectos respecto del habla (algunos quizás repetitivos), que bien valen la pena reflexionar.
El arte de callar, ha sido puesto en práctica por connotadas figuras de las artes, la ciencia y la filosofía, desde tiempos antiguos, tal como sucedía con los estudiantes de Platón (así sea para poner un ejemplo), los cuales dedicaban los primeros años de formación a aprender a callar.
Incluso, quien no puede estar solo (a) y en silencio, aunque sea por unos minutos al día, probablemente sea, porque no se siente bien consigo mismo (a), pues es de importancia capital la soledad crontrolada en el silencio, a través de los soliloquios reflexivos, para así saber cuándo y cómo hablar, qué hablar, por qué hablar, a quién hablar y hasta qué y a quién escribir, de manera que tanto nuestra habla como nuestro silencio como nuestra escritura, sean el acicate que mueve a la recepción a la reflexión externa de nuestra exposición y postura, pues tal como señala Antonio Machado en uno de sus poemas, quien se ensimisma en sus soliloquios, espera hablar a Dios un día (cita no textual), y de ahí que la imaginación se enriquezca en el silencio, y afine la lengua modelando el silencio.
Hay un proverbio japonés que reza: "Antes de hablar, asegúrate de que lo que tienes que decir es más importante que el silencio". Los ingleses por su parte, dicen que: "El verdadero gentleman es aquél que domina la gaita pero no la toca".
Y, naturalmente, éstos son sólo algunos de los beneficios del noble arte de hablar, modulado por el no menos noble arte de callar, pero hay otros.
1. Al no descubrir su juego, la persona silenciosa se dota de una aureola de misterio que la hace más atractiva para los demás.
2. Callar es indispensable para poder escuchar lo que dicen los otros.
3. Con la boca cerrada es más difícil crear malentendidos, que luego exigen mucha energía -y tiempo- para deshacerlos.
4. El silencio sobre nuestros méritos tiene una triple ventaja: a) nos permite sorprender a los demás, b) previene las envidias (aunque sabemos que las envidias son connatural al ser humano pues la mayoría de las veces los envidiosos nada más se sienten bien "en el lugar del otro" y se sabe también que el triunfo llega a pocos, pero molesta a muchos), c) evita el aburrimiento.
5. Si uno no tiene nada importante que decir, permanecer callado siempre puede ser percibido exteriormente como signo de inteligencia.
6. Un tiempo de espera tras una pregunta permite una respuesta más profunda y meditada.
(Autor desconocido)
9
Si importantes son los artes de hablar y callar, tan importante, y quizás más, lo es el arte de escribir, pues se sabe, según el dicho popular, que las palabras se las lleva el viento (si bien esto no es del todo cierto), mientras que lo escrito, escrito está.
Tan importante es dominar el tema sobre el cual se escribe (aunque es un hecho que siempre median las ideologías, las cuales no han desaprecido como pretenden muchos; por el contrario, hoy abundan más ideologías, aunque atiborradas y confusas), donde los escritores muchas veces pecan de incautos, sobre todo cuando no hacen el esfuerzo por profundizar en las fuentes de su información o escriben cosas simplemente porque hay que escribir o tratan, en muchos casos, de envenenarlo todo con su mala influencia, y en vez de informar y orientar, a veces por intereses mezquinos, desinforman, y es entonces cuando autor y materia, al unísono, se confunden y desarrollan una obra o artículo completamente malos.
De aquí, que el primer gran defecto de la escritura es que se escribe mal, y a ello se debe, que las personas prudentes y juiciosas proscriban de sus hábitats, las obras que sólo sirven para entorpecer la razón.
Naturalmente, como establece Dinouart, los sabios se ven obligados, por su misma condición, a conservar algunos para descubrir su veneno, y así poder advertir a las personas débiles que podrían ser sorprendidos en su buena fe.
El otro gran defecto, es que se escribe demasiado, principalmente sobre cosas inútiles o sobre las mejores cosas; es decir, se escribe sin respetar los límites impuestos a la mente humana, y estamos atiborrados de informaciones inútiles, que por tantas no alcanzamos a leerlas, y para ello nada más hay que entrar a las redes sociales para percatarse de tantas banalidades que se escriben cada minuto.
La inutilidad de una escritura estriba, en que los autores poco juiciosos no saben tomar partido y mucho menos elegir una materia que sea de utilidad, y sólo logran abundar en más de lo mismo, como seria el caso de escribir sobre la vida política de Juan Bosch, asi sea para poner un ejenplo, donde necesariamente se tiene que hablar del golpe de Estado, el cual está íntimamente ligado a su vida política, y un escritor decide escribir un libro titulado El golpe de Estado, donde necesariamente tiene que hablar de su vida política. Y es aquí donde cobra vida lo que se dice el mismo Dinouart: "Por qué ocuparse inútilmente en hacer mal lo que ya está bien hecho?"
Y es, remarca Dinouart, que "Hay hombres que escriben por escribir, como los que hablan por hablar. No hay ingenio ni propósito, ni en las palabras de unos ni en los libros de los otros; los leemos y no comprendemos nada, o no aprendemos nada. Esos autores no se entienden ni ellos mismos... Y así, por la mala elección de las materias, el mundo se llena de libros estériles e infructuosos...".
No se refiere el abate, naturalmente, a que no se pueda mejorar una obra, sobre todo de investigación, sino que se debe elegir bien lo que se va escribir, siempre que aporte algo nuevo e interesante sobre la materia.
Es posible que el abate satanizara todas las obras (muchas de ellas joyas de la filosofía, la ciencia y la literatura universales que se produjeron en su época), pero hay que ubicarse en su posición ideológica en defensa de los intereses de la Iglesia, la cual era seriamente cuestionada por autores brillantes de la época, pues su objetivo básico era atacar a quienes cuestionaban la fe cristiana, y por esta razón, para justificar su exposición, llama "malos escritores" a aquellos que "proceden de la corrupción de espíritus podridos que envenenan todo con su mala influencia...".
Para Dinouart, los buenos escritores (no importa el género), se parecen a la abeja, cuyo trabajo es precioso, delicado, útil para los hombres y para ella misma, pero los escritores de que hablo parecen no estar hechos ni para sí mismos ni para los demás. Son autores diréis: han escrito un libro. Decid más bien que han estropeado un papel, además de haber perdido su tiempo creyendo que escribían un libro...
Tienen al menos el placer de creerse autores...
... los libros parecen colmar una necesidad del alma; se precisan para todos los temperamentos del espíritu; para todos los grados de inteligencia; por tanto, no deben ser menos variados en calidad y sustancia que los alimentos que tomamos. Considerados desde este punto de vista, sean buenos, mediocres, flojos, insípidos, etc., no hay libro que no encuentre lector hecho para él. Como en este caso es la cabeza la que digiere, es fundamental elegir bien las lecturas que nos son apropiadas, y muchas veces se ha leído al azar durante toda la vida sin haber sabido elegirlas...
De manera, que la presunción de querer hablar y escribir de todo, a menudo con conocimientos elementales y someros, adquiridos con algunas que otras lecturas rápidas o en las conversaciones sociales, debe evitarse, para dejar descansar los espíritus de los bombardeos de esa bazofia intelectual, que más que orientar desorienta y más que enseñar, atrofia las iniciativas del talento externo.
Hay veces, incluso, que se escribe demasiado sobre las mejores cosas, y si el tema elaborado es elevado, además de útil, y se ha elegido con discernimiento, se puede incurrir en el defecto de sobreabundar sobre las mejores cosas, y entonces se daña el éxito de la obra.
Lo que se quiere decir, es que al abordar un tema, se deben respetar los límites fijados por el sentido común y por la razón, como sucede con la frase popular de no entretenerse en el camino antes de haber alcanzado la meta.
O como muy bien ejemplifica el abate: "A un hombre de una estatura adecuada quitadle algo de lo que tiene o dadle algo más, y entonces lo desfiguráis. Será un enano si le quitáis demasiado; pero haréis un monstruo si se aumenta su estatura original. Es menester que sea precisamente como es para ser armonioso; la vista se alegra al verle, y ésta es una regla segura".
Es importante el ingenio, naturalmente, para que un autor cumpla su proyecto (no importa si es su meta un artículo, una investigación, una novela o alguna exposición científica), lo importante para agradar a quienes lo lean, es que debe mediar la brevedad, es decir, evitar extenderse demasiado en la cosas buenas y razonables que escribe, ya que la gente es raro que se queje de la brevedad, pero sí se quejan de lo que es largo.
De manera que, la mejor forma de evitar las extensiones innecesarias, es que se tome el tiempo necesario para acortar y reducir a una medida justa lo que se tiene (naturalmente, todo va a depender del tema que tiene entre manos, pues hay tópicos, que por su naturaleza misma, requieren de una exposición más extensa), ya que a veces, el escritor se extiende demasiado en aquellos puntos que prefiere y le fascinan, siendo precisamente esto lo que fatiga y aburre al lector; se entiende que esto deriva del hecho de que el autor está más preparado sobre ciertos temas que conoce bien, y trata más a la ligera otros que conoce menos, por lo que se ve obligado a tratarlos superficialmente por falta de conocimientos suficientes.
Es por esto, por regla general, que tanto con los autores, lo mismo que con los oradores, a los más breves en el caso de estos últimos, se les escucha con mayor placer, cuando tratan exhaustivamente un asunto edificante sin cansar a los oyentes, y es que un hombre o mujer que habla o escribe más de lo que se requiere siempre aburre.
Hay que respetar, al escribir, los límites impuestos a la mente humana, y de aquí, la importancia que adquiere, indagar sobre el público al que va dirigido el discurso o el escrito.
Continuaremos con la última entrega la próxima semana con la conclusión y la bibliografía.