EL ARTE DEL SILENCIO 4: CONCLUSIÓN Y BIBLIOGRAFÍA
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Por MACKALEX
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Por otro lado, muchas personas nos privan de su talento, pues en bastante ocasiones la pereza, la desconfianza en las propias fuerzas, la modestia y la contención son las causas del mal de que no se escribe bastante y entonces se le impide al público de un gran número de obras potencialmente útiles y curiosas.
Como asevera el abate: "No sé por qué fatalidad para las letras siempre hay hombres perezosos y sabios a la vez, como si ese vicio formara parte del carácter de un hombre inteligente, o al menos resultase casi inseparable. A veces se le buscan razones, tomadas de la naturaleza: la delicadeza de los órganos, la abundancia de ingenio y lo mucho que le cuesta a una buena inteligencia quedar satisfecha, son a menudo pretextos frívolos con que autoriza su negligencia..."
Sigue diciendo D., que "La desconfianza en sus propias fuerzas mantiene a muchos en el silencio; no saben todo lo que pueden hacer, La timidez extiende sobre su ingenio un velo que los azora, que les quita una parte de su inteligencia, que les oculta todo lo que anima a los otros a trabajar, que los vuelve inseguros, inconstantes, siempre dispuestos a dejar inconcluso lo que han empezado; son muy diferentes de esos escritores osados, presuntuosos que, sin casi levantar la pluma, empiezan y acaban una obra".
"La modestia y la contención son muy loables; pero hay sabios que conocen su capacidad, que la han probado y que hacen un daño irreparable a las ciencias parepetándose en un silencio tímido... Sería provechoso que ese pequeño número fuese aumentando con lo que hay de exceso en el otro...".
En esta época veintiunezca, en un siglo donde todo el mundo osa por la fama y se leen tanto best-sellers basura, además de e-books (a través del INTERNET), también basura, es una lástima que las personas realmente con talento y sensibilidad social, sabiendo que se necesitan guías para iluminar, en un siglo tan confuso y oscuro como el que nos ha tocado vivir, nos obvien sin su talento. La contención indiscreta, en esta época es una especie de crimen.
Si bien es cierto que hay que aprender a gobernar la lengua, es necesario también la regulación del uso de la pluma, pero en sus manos está, si usted se considera con talento (aplicando la crítica de la crítica para defenderse de los mediocres), contribuir a cambiar los términos de hablar y de callar por los términos de escribir o no escribir, o contener la pluma.
Pero si siente que tiene el talento, entonces: ¡ESCRIBA!
No permita que la mediocridad se siga adueñando de nuestros periódicos (digitales o no), de nuestros medios televisivos, nuestra radio, de las redes sociales, del INTERNET... Si no, su generación lo lamentará.
Entre los principios para explicarse por los escritos y los libros, tiene D., algo muy valioso que decir, y es que: Nunca se debe dejar de contener la pluma, si no se tiene algo que escribir más valioso que el silencio.
Como se observa en el párrafo supra, el silencio no sólo es un módulo del habla, sino también de la escritura. Naturalmente, como veremos en la conclusión de esta exposición, D., dirige sus armas del silencio contra quienes blasfeman en contra del Estado, sus gobernantes y sobre todo los que hablan contra el honor de Dios y prueba de ello, es que citando a San Agustín escribe: "De qué forma sirven los reyes al Señor en el temor de Dios", pregunta San Agustín, "si no es prohibiendo y castigando, incluso con religiosa severidad, lo que se hace contra sus órdenes?".
Como puede ser observado, el "manifiesto" del abate era de corte incendiario y de tierra arrasada contra todo aquél que fuera en contra de los principios básicos de la Iglesia y el Estado, lo cual, obviamente, no le resta méritos al objetivo de su discurso, además de que ideológicamente hablando estaba en todo su derecho, independientemente de su valiosa contribución al arte del silencio como herramienta de superación personal; de modo, que si decide estudiar al abate, no sea muy rígido (da) en su inclinación ad hominen respecto de él, pues en sus propias palabras, la Iglesia es en verdad, una madre tierna y compasiva que no exige la muerte del pecador; desea ardientemente que viva y se convierta; ése es el objetivo de sus afanes; ésa es la meta de sus lágrimas y sus plegarias; pero su ternura tiene límites... Se podría blafesmar... negar la divinidad de Jesucristo, preferir la doctrina de los mahometanos a la de los cristianos; se denominaría feliz la tierra donde el hereje tan descansado como el ortodoxo, donde se preserva tanto a las víboras como a las palomas, donde quienes preparan los venenos gozan de la misma tranquilidad de quienes preparan los remedios... Y han demostrado a los soberanos de la tierra, con sus escritos sediciosos, que no son menos enemigos de Dios que de los reyes. Es fácil, en este párrafo, deducir, que el abate en su brillante exposición, no da tregua a los "enemigos" de la Iglesia.
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Hay un principio muy importante que destaca Dinouart, y es que hay un tiempo para escribir, igual que un tiempo para contener la pluma.
Para D., se debe escribir sobre algo, cuando la mente está empapada en la materia, es decir, cuando se cuenta con bastante instrucción antes de intentar instruir a los demás.
Importante también para D., escribir cuando el alma está en una situación adecuada para hacerlo, ya que el desconcierto, la cólera, la inquietud, la pena, las pasiones (sean frías o ardientes), hielan el espíritu, o lo arrastran demasiado lejos y de ahí, tantas obras insulsas o demasiado satíricas. Un libro bien escrito es cosa de un hombre que controla todos sus impulsos.
EL TIBET
Y es cuando la religión, el Estado, el honor, o algún interés considerable, son atacados, es a menudo el momento de escribir... pero sólo a quienes han recibido los talentos propios para su defensa y poseen las luces necesarias; quienes sólo tienen buena voluntad o fervor, sin las luces adecuadas, deben tener la suficiente humildad para no incluirse en el rango de los escritores.
De modo que queda claro para D., que si bien el habla es más generalizada respecto a la vocalización y el dominio del silencio, en la escritura el asunto es más complejo, pues debe estar escoltada (la escritura), de herramientas y facultades adicionales, sobre todo por aquello de que a lo escrito no se lo lleva el viento, ni que levante al papel, pues a alguna mano irá a caer.
Otro aspecto importante, es que nunca se sabe escribir bien, si antes no se ha sabido contener la pluma, ya que es en el tiempo del silencio y del estudio cuando hay que prepararse para escribir, evitar la prisa para que no salgan a la luz libros precoces, de manera que no se avance tan deprisa, arrastrados por la pasión de ser autores y entender que se aprenderá a escribir bien cuando se haya aprendido a callar y pensar bien.
El autor Paul C. Jagot expone, en coincidencia con el abate, que hay quienes escriben sobre todo los temas, fallando con gran aplomo sobre los tópicos más dispares, en contraste con los que realmente saben pero callan.
Y es que PCJ, considera indispensable un mínimo de cualidades innatas, pues según destaca, "donde falta el músculo es impracticable el ejercicio, donde falla el embrión de una facultad, ningún entrenamiento podrá realizarse".
"Sea cual fuere la forma, cualquier realización de escritura se apoya sobre una idea que adornar, sobre un hecho que describir, sobre una estructura que edificar. Y es a menudo esta substancia-madre lo que falta. Se escribiría bastante bien, dicen algunos, si se supiera con precisión lo que decir".
Y retomando a D., no es más que su ovbservación del dominio de la materia a tratar, y que PCJ remarca como tomar una originalidad de la reagrupación artificial de los factores.
Por ello dice: "Remontándose todo a una fuente común: la observación, es ella sin duda la que hay que edificar, afinar, enriquecer con múltiples aportaciones tomadas de todas las fuentes del conocimiento".
"Son éstas de tres clases bien delimitadas: las primeras pertenecen a la forma concreta, actúan las otras en forma emocional, las terceras son otorgadas por el saber abstracto. A la forma concreta corresponde la observación exclusivamente sensorial. A la forma emocional, la estética y sus ramificaciones: poesía, etc. Al saber abstracto, la cultura general y las lecturas en particular" (3).
Y es que una vez se articula eficientemente el habla con la herramienta del silencio y se aprende a hablar y a callar de manera clara y fácil, conviene adquirir una soltura análoga para expresarse por escrito, pero siempre, en ambas herramientas, con "el silencio meditado" o bajo el "sonido del silencio".
Y es que como dice el Dr. Roa, la gran cualidad del lenguaje es la comunicacion, cualidad ésta que forma un díptico que se manifiesta al escribir o al hablar.
De la oratoria, se evidencia el poder y el efecto del acertado uso de la lengua, es decir, de la palabra como arma eficaz para la enseñanza y para el convencimiento, y de ahí, la importancia del poder que da el apoyarse en el poder que brinda el dominio, hábil y eficaz, de la palabra (4) y la cual, como remarca D., debe ir escoltada del silencio meditado y flexible, sin pecar de extravagante y "sofisticado" ni mucho menos petulante ni satanizador.
Aunque de hecho estoy de acuerdo con la libertad de expresión, creo firmemente que tanto el escritor como el comunicador profesional deben madurar antes de hablar o escribir sandeces (naturalmente, no está exento el político), pues se sabe que en los juicios existen la fantasía y la razón, y esta última nada más consiste en un punto esencial , el cual no es más que el conocimiento verdadero de las cosas tal como son, y entendiendo que tal como decía Marx, la realidad siempre camina más rápida que la abstracción, y también escribía Lao Tse, de que hay que aprender algo cada día, pero igual, hay que soltar algo cada día.Y de ahí, que por lo arriba expuesto, hay que tener cuidado con las cosas que se dicen o escriben, pues son ellas las que determinarán que las juzguemos, amemos o las odiemos o las aprobemos o las condenemos.
Pero la fantasía, en cambio, es una impresión falsa que nos formamos de las cosas, figurándolas distintas de lo que son, viéndolas más justas o menos equitativas de lo que son en realidad, y por ello, los juicios falsos, que producen afectos irracionales, de ahí, lo que llamamos prejuicios, que más que avanzar, estancan la sociedad.
E incluso, creo que quienes escriben a diario en los periódicos, revistas, o escriben libros o hablan por la radio o la televisión, deberían juzgar la conducta de los gobernantes de forma uniforme y lo más sana posible, y aceptando la "crítica de la crítica", pues se está acostumbrado a criticar (muchas veces con razón, otras no) de modo que la respuesta de reversa se ve como un arma del criticado, y no como un derecho a la contestación, lo cual le da el derecho a defenderse, y de paso, defender también su postura.
El gran "defecto" de la libertad de expresión, es que todo el mundo se siente con derecho a hablar y a escribir de todo, y que bueno que es así; pero de ahí a hacerlo oficialmente, y de paso contribuir al estrés colectivo (enfermedad que está causando estragos a nivel mundial), esto hay que combatirlo.
Pero no es limitando la libertad de expresión cono se controlará semejante barbaridad, sino combatiendo la ignorancia, y a un tiempo, mejorando o superando las herramientas del discurso y la escritura a través de la modulación del silencio, y el exceso de palabras y naturalmente, saber a tiempo, si se tienen los conocimientos adecuados y la acitud y aptitud necesarias, además de la vocación, para orientar en vez de desorientar.
Y es que no sólo la fantasía y el prejuicio dominan a la mayor parte de los hombres y mujeres, sino que además, podrían domeñar los juicios de la mayoría, pues en materia de Estado, las mayores pasiones podrían ocasionar las mayores perturbaciones, y tal acritud o descontento, causar conmociones capaces de dañar la salud y la tranquilidad general de una sociedad, lo que no implica, naturalmente, que la misma no se aboque a los cambios que demanda la vida misma, pero con un criterio eminentemente racional y democrático. que, como se dijo en el párrafo anterior, oriente en lugar de desorientar.
Sin embargo, en mi criterio, es bueno advertir, que la fantasía y el prejuicio, rara vez, como asegura D., ofuzcan la inteligencia de los hombres hasta el punto de cegarlos sobre sus propios intereses.
Y precisamente por ello, sin los conocimientos necesarios para abordar problemas sociales y de Estado, se corre el riesgo inevitable de extraviarse en los juicios, y con esto crear confusión y algarabía innecesarias, que como se sabe, esta última (algarabía) representa en nuestra lengua, una escritura ininteligible o gritería confusa de varias personas que hablan a un tiempo o una manera de hablar atropellada y con una pronunciación deficiente, coloquialismo, que al final se resume en enredo y maraña, y de ahí, la importancia de saber que se habla, qué se escribe, y sobre todo, cuando se debe callar, o detener la pluma.
Y es que agitar a las personas, por el sólo hecho de agitar o la ansiedad por sacar "lo nuevo", que casi siempre es más de lo mismo, produce muchas inepcias innecesarias, sobre todo, teniendo en cuenta que lo que se percibe en la administración de un Estado basado en desigualdades, donde se sabe que el poder es un explosivo que hay que manejar con mucho cuidado, no todos los proyectos de reformas (siempre arropados por los intereses) tienen la responsabilidad directa de la administración, y por lo tanto no manejan el intríngulis de los hilos del poder.
Tanto ayer como hoy, D., tiene razón cuando escribe que: Si todo el mundo se vuelve autor, qué haremos con todo ese ingenio y todos esos libros que nos exceden, inundan y sumergen superabundante... Todo hormiguea de literatos (y de críticos desfasados e inconsistentes): el nombre al menos se ha vuelto tan común, tan vulgar incluso, que hoy es casi ridículo serlo o no serlo...
... por esa multitud de libros que sólo tienen un instante de vida, que nacen y mueren, que resurgen y vuelven a desaparecer. En el mundo moral y físico se producen las mismas vicisitudes...
De manera, que se necesita sangre fría y presencia de ánimo para escribir, y sucede, que cuando se corre demasiado, se escapan luego mil cosas que habría que retener, y el público las descubre, y se extravía por querer ampliar demasiado su tema. Sencillamente, se pierde.
MONASTERIO DE VARONEZH
CONCLUSIÓN
En el Arte del silencio o el Arte de callar, es bueno destacar algunas cosas puntuales del tema que nos permitan, a modo de resumen ejecutivo una mejor comprensión o apreciación del mismo.
Lo primero, es que son muchos los que se han perdido por la lengua según el abate Dinouart, o por la pluma, y naturalmente, según la presentación que hacen de la edición de este libro Jean-Jacques Courtine y Claudine Haroche, tiene sus blancos, y son los nuevos filósofos o filósofos del día, que se dedican a abusar de las palabras, y arremete contra los racionalismo de todo género, contra la dialéctica, contra el materialismo y contra todos los pensamientos que sitúan la razón por encima de la revelación, la fe o la tradición. Es decir, la razón se autoriza a hablar y a explicar allí donde el espíritu debería permanecer en silencio frente al misterio de la fe. Y más allá del filósofo, condena al incrédulo y al hipócrita, al libertino (sin embargo, él mismo es expulsado de la Iglesia por la misma causa) y al espíritu corrompido, al herético y al blafesmo. Arremete contra el exceso de palabras y, sobre todo, contra la difusión del libro, contra el "veneno" de los libros y contra el escritor como "envenenador público", que corrompe el Estado, las costumbres y la religión".
De manera, que Dinouart es un "conservador de primera línea", y me atrevería a afirmar, un "reaccionario" intransigente en contra de los nuevos vientos que soplaban, donde todo era cuestionado (mencionar a Heider), sobre todo la coalición del clero, la nobleza y la burguesía que conformaron el tercer Estado, donde los estentores de muerte sacudían el Absolutismo en el curso de su agonía.
Si bien el Absolutismo representó un avance respecto del Feudalismo, rompiendo con la dispersión de poder que tanto atacó Maquiavelo cuando se da cuenta que soplaban nuevos vientos, no es menos cierto que la burguesía había acumulado mucho poder y reclamaba, más que su espacio político, la dirección del poder político, y la revolución francesa socavó las bases del sistema monárquico como tal, más allá de su estertores y lo derrocó con un discurso que lo convirtió en ilegítimo.
Se sabe que los filósofos, politólogos, científicos y economistas, que en principio se llamaban philosophes, y desde 1 751, enciclopedistas, contribuyeron a minar las bases del Derecho Divino de los reyes y el combate se hace más fácil, pues no es ya contra dioses o seres galácticos, sino contra hombres de carne y hueso y es en el racionalismo de René Descartes, donde podría encontrarse el fundamento filosófico de la revolución, donde su famosa frase, "pienso, luego existo", es la que lleva implícita todo el proceso contra Luis XVI, y es además el genuino heredero moderno del Renacimiento, y rompe con la tradición escolástica heredada de Aristóteles y que por tanto tiempo dominó en la Edad Media. Y es por tanto, contra quien, en cierto sentido, como "padre espiritual" y cuestionador indiscutible de los privilegios de la nobleza, reacciona el abate, y además, como se especificó al principio del párrafo, contra todas las otras teorías que salieron al escenario del momento y que revivieron a partir de la, en cierto sentido, arenga revolucionaria que auparon el triunfo de la burguesía, la cual "reclamaba", su derecho a la dirección política, dado el poder económico adquirido, el cual, tal como afirmaba Lenin, una vez obtenido, deviene en una lucha política.
Luego de transcurrir 120 años, nace el abate Joseph Antoine Toussaint Dinouart (1 716), polígrafo mundano, que se ve motivado a partir del 1 771, cuando está cerca de los 35 años, a escribir, y escribe su famoso Arte de callar, que se escribe, como se mencionó, como una forma de manifiesto en defensa de la Iglesia (hay que defender a la Iglesia y reducir al silencio a quienes la atacan), y en contra de todo racionalismo, principalmente el cartesiano, y también de todo racionamiento dialéctico que cuestione la coalición Iglesia-Estado como está concebida en ese momento.
Para el abate, el arte del silencio, no es un arte de no decir nada, sino un Arte de hablar, como un elemento adicional a la retórica. Como no es un contemplativo, sino un hombre de mundo y un polemista, entonces su tratado, no tiene por meta callar ante Dios ni trata de enunciar en una lengua mística el silencio primero en que Dios y el hombre estaban confundidos.
Para él, las finalidades prácticas de las artes retóricas permanecen incólumes, pues no es un arte de hacer silencio, sino más bien, un arte de hacer algo al otro por el silencio, como aseguran quienes presentan la obra editada por Ediciones Siruela.
De manera que D., independientemente de como usted se ubique ideológicamente, aun con sus estentores de muerte ante la defensa, en su momento, de un sistema que se desboronaba, cayendo incluso en un reaccionarismo hasta absurdo, se podría decir, que nos legó un gran ensayo, independientemente de que uno abstraiga del mismo las cosas que no considere superfluas, y analice con cuidado los blancos que tiene Dinouart, los filósofos del momento, los cuales se dedican, según él, a "abusar de las palabras".
Si le hacemos caso a Ortega y Gasset, la historia actualiza hoy al abate, pues muchas de sus reflexiones (aunque desfasadas algunas y unos cuantos errores para los "pruristas" de la metodología, lo cual es perdonable si lo ubicamos como una especie de manifiesto) aun con la vehemencia ideológica con que justifica su actitud reaccionaria, hay que verlo y analizarlo en su justa dimensión, obviando los prejuicios y ubicándonos en su momento histórico, con todos sus errores, pues tal como dice Ortega y Gasset: "El verdadero tesoro del hombre es el tesoro de sus errores, apilados piedra sobre piedra durante miles de años (...) Romper la continuidad en el pasado, querer empezar de nuevo, denigrar al hombre y plagiar al orangután. Fue un francés, Dupont-White, quien alrededor de 1 860 se atrevió a exclamar: "la continuidad es un derecho del hombre: es un homenaje a todo aquello que lo distingue de la bestia". (5).
El empeño de D., no es que usted deje de expresar lo que siente, sino de saber elegir el momento adecuado, escoltado con los conocimientos adecuados, para no hablar de aquello que desoriente en lugar de orientar o contener la pluma al escribir justo en el momento que su capacidad reflexiva le aconseje que las palabras se las lleva el viento, pero la escritura no.
Aunque se sabe, que no es totalmente cierto que las palabras se las lleva el viento, pues dejan huellas y tienen poder e influyen positiva o negativamente en los demás.
De manera que no sea una veleta social condicionada por la moda, es decir, como es una cosa destacada socialmente ser un buen conversador (a), mida sus palabras y recuérdese de las bondades del silencio , y si de escribir se trata, sepa contener la pluma antes de que se vuele y difunda el papel hacia la cantidad de libros y artículos que pasaron por la vida sin saber que pasaron y que sólo quedan como referente historico para recordar qué no se debe hacer al escibir.
Otra sugerencia que se desprende de las reflexiones del abate Dinouart: acuérdese que por la furia de querer ser alguien (en un mundo atual que por su complejidad, la fama se hace cada vez más efímera), y el afán por hablar y escribir sobre los diferentes tópicos, es una enfermedad epidémica parecida a la proliferación de bachateros y raperos, y por tal motivo, son muchos los enfermos, "que se han perdido por la lengua o por la pluma".
Y para finalizar, escribimos en otra parte de este trabajo, que el silencio ha sido una herramienta utilizada por filósofos, científicos y religiosos de antaño, e incluso por líderes religiosos como Mahoma, Cristo, Buda, entre otros, y por extraño que parezca, ha sido un arma esencial a favor del éxito.
Ya el mismo Aristóteles escribía, en su libro sobre ética (6) cuando hablaba Del Donaire en el Decir, que: Como hay momentos de reposo en la vida, y hasta entonces necesitamos de distracciones que nos entretengan, es natural que en tales circunstancias sea posible un trato delicado y de buen gusto, que consista en decir lo que se debe y como se debe, y en oír a los demás en las mismas condiciones. P. 145
De modo que Aristóteles deja implícito, la importancia de callar, cuando es el momento de oír a los demás, o cuando no se tiene nada que decir más importante que el silencio.
Y para finalizar, el arte del silencio está íntimamente ligado al éxito, como puede ser leído en el Diccionario Ilustrado de Anécdotas de Vicente Vega cuando se refiere a la fórmula del éxito de Albert Einsten: Un importuno le preguntó a Einsten cuál era en su sentir el secreto de éxito; estaba seguro, decía, que el sabio descubridor de la teoría de la relatividad podía condensar en una fórmula su respuesta. Einsten, comprendiendo la urgencia de despachar al preguntón impertinente, escribió esta fórmula en un trozo de papel: A = X + Y + Z.
-Magnífico! -exclamó el importuno-. Y esta fórmula...?
-Muy sencilla -explicó Einsten-; A, es el éxito; X, el trabajo; Y, la suerte.
-Y la Z?
-Z, es el SILENCIO (las negritas y mayúsculas son mías).
LIBROS DE CONSULTA
1. El arte de callar, Abate Joseph Antoine Toussaint Dinouart, Ediciones Siruela S. A., España, 1 999. Traducción por Mario Armiño. Presentación de Jean-Jacques Courtine y Claudine Haroche.
2. Wikipedia.com, Reflexiones sobre el noble arte de callar.
3. Jagot, Paul C., La Educación del Estilo, Editorial Iberia, Barcelona, Novena edición, 1 973. Adaptación al español por J. G. G.
4. Roa, Carlos Temístocles, Aprenda Español, Editado por su autor bajo los auspicios del Banco de Reservas, 1 993.
5. Mackalex, Maquiavelo: Héroe o Villano?, Ediciones Maxan, Santiago, R. D., 2 008, Primera edición.
6. Aristóteles, Ética o Ética a Nicómano (hijo de Aristóteles), 2 001, Editorial ALBA, Madrid, tercera reimpresión. Traducción del griego por J. Leyva.
7. Vega, Vicente, Diccionario Ilustrado de Anécdotas: Editorial Gustavo Pili, España, 1 960. Citado por Dinápoles Soto Bello en la seccion País del periódico El Caribe, página 23, mayo 28 del 2 011.
