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IDEOLOGÍAS VERSUS ISMOS
Por MANUEL ALEXIS para MACKALEXDIGITAL
Hay una tendencia a considerar los “ismos” como ideologías,
y a estas como un conjunto de ideas que identifican a una persona, grupo, era o
movimiento. Pero en el plano filosófico-político, las ideologías se conforman
con representaciones coherentes a través de las cuales, una clase social se
reconoce, y se apalanca con ellas en su lucha contra otra clase para imponer su
dominio, y es lo que Marx llamó, metafóricamente, superestructuras, las cuales
no son más que las justificaciones “ideológicas” de un sistema de producción
determinado, con fines de fortalecer la infraestructura y asegurar que se
acepten como normales las condiciones económicas y sociales, y es ahí donde
entra el juego político y mediático de nuestros tiempos, con los diferentes
matices de los ismos.
A la época de los fines de los setentas y principios de los
ochentas, se le llamó la “era de las ideologías”, de manera muy confusa, fruto
de la era de la industrialización, donde se destacaban dentro del sistema
capitalista, la ideología conservadora (única con carácter de verdad), la
fascista, comunista, y posteriormente se insertó la nacionalista y por tanto,
la única real ideología era y sigue siendo la conservadora.
Incluso, las demás se pueden considerar como variantes del
capitalismo, con excepción del comunismo (que naturalmente, no puede ser
considerado tampoco una ideología desde el punto de vista político, sino una
aspiración), y de ahí, que tanto el fascismo, el nacionalismo, el
mercantilismo, el reformismo, entre otros, no pueden ser considerados como
tales, sino como aportes o paliativos para la conservación de un sistema que
busca afanosamente arraigarse en el poder de una relación socio-económica que
ya no se corresponde con las aspiraciones humanas de un momento histórico
determinado.
Hoy podemos encontrar en nuestra cultura occidental y en
cualquier otra cultura, palabras tales como marxismo, tomismo, islamismo, cistianismo,
confusionismo, peronismo, kantismo, leninismo, bochismo, chavismo,
balaguerismo, franquismo, maquiavelismo…
Y muchísimos otros más. Pero además, tenemos otras terminaciones, que
lógicamente, tampoco son ideológicas, como sería el caso de leche pasteurizada
o una actitud hafkiana… Se trata, como muy bien señala Antonio Jáuregui, de un
legado cultural y que se debe a individuos o grupos concretos, como sería, para
mencionar otro ejemplo, el de saqueo, para referirse a aquel ladrón que se
apoderaba de todo cuanto encontraba en el camino y que luego se popularizó como
saqueo o saqueamiento.
De aquí se desprende, que es una constante en la historia de
la humanidad, sustantivar o adjetivar de modo sucinto las contribuciones de los
hombres y mujeres o grupos, con las raíces que les dieron origen, y de ahí, los
grandes ismos u otras terminaciones. Y así, hay términos (principalmente los
ismos) que caracterizan una generación, aunque sólo en parte o nada se
comprenda su significado o como dijo Russell, “Un islote en un océano de
ignorancia”.
De aquí, se puede aseverar, que es un dislate considerar los
ismos, o cualquier otra adjetivación o sustantivación como ideologías desde el
punto de vista político. Nada más, para poner un ejemplo, piense en el
“globalismo”, el cual, tomándole la palabra al economista egipcio Samir Amín,
el planeta sólo se reduce a una comunidad de naciones más que a una comunidad internacional,
y por tanto, se tiende más a conservar lo que se tiene de manera individual, que a una verdadera internacionalización.
Luego de estas observaciones, es fácil deducir que los ismos
no representan ideologías, desde el punto de vista filosófico-político, sino,
sólo matices a favor o en contra de una de las tres grandes que son, a saber:
la ideología reaccionaria, la conservadora y la ideología avanzada o
revolucionaria.
La reaccionaria representa a aquellas personas que añoran el
pasado y consideran que debe volverse atrás para seguir disfrutando de las
prebendas del poder y de los mismos privilegios de que gozaban, como es el caso
de los reyes y señores feudales que añoran sus títulos nobiliarios acompañados
de su ociosa riqueza, y que extrañamente, una vez derrotados, comienzan a comprar títulos
característicos de dicho sistema tales como aquellos de baronesa, condes,
príncipes, entre otros.
La conservadora, la cual, una vez consolidada, usará todo
los medios a su alcance para conservar lo obtenido, y muchas veces recurrirá a
los ismos para amortiguar los efectos en contra, como lo fue en su tiempo el
mercantilismo, el reformismo, el consumismo o el perverso mercado social, o la
funesta social democracia, o la payasada de Tony Blair con la desafortunada y
perversa tercera vía, y que hasta es capaz de clasificar ciertos ismos de
revolucionarios, como es el caso del capitalismo actual.
Y por último, la revolucionaria o avanzada que trata de
contrarrestar los efectos negativos del sistema vigente (en nuestros tiempos el
capitalismo denominado así por el capital) y que al menos teóricamente, por el
momento, persigue una mejor distribución del excedente social producido por la
sociedad en su conjunto.
Naturalmente, hoy, los métodos tradicionales de violencia
para sustituir una relación de producción por otro, han pasado al campo
político y la lucha mediática, luego del brillante trabajo de Antonio Gramsci,
quien reivindica a Maquiavelo, como elemento clave en la lucha política, y
entiende, criticando el marxismo ortodoxo, que éste subestima los mitos
burgueses en el proceso de socialización, lo cual no es más que aceptar el
hecho de que la mayoría da por válidas las ideas socialmente adecuadas,
independientemente de si son buenas o válidas, y aceptando que muchas veces las
ideas dan forma a la realidad humana, dando categoría de verdad a la idea marxiana
que “nadie vive de acuerdo a como piensa, sino que piensa de acuerdo a como
vive”.
Independientemente de eufemismos y matices rebuscados a
favor o en contra de cambios, en este tríptico señalado, las ideologías siempre
se moverán en este terreno, y los mal llamados izquierdismo o derechismo,
seguirán siendo un asunto de colocación o posición, y nunca ideologías.
Visto todo esto, y aun con toda la lucha política y mediática,
que apenas empieza, ser revolucionario hoy en día, implica tener sentido del
momento histórico, y conservador, entender que las cosas son y serán como
siempre han sido, resumido este último, en la desafortunada y desfasada obra de
Fukuyama: El fin de la historia.
Desfasada, pues si la historia tiene fin, el hombre y la mujer no tienen
sentido.
Y como dijo una vez el profesor Pedro Catrain, en una
entrevista que le hizo la redactora Carmen Imbert Brugal en el periodico HOY: Hay que obviar la izquierda sectorial,
religiosa, testimonial, si realmente se quiere tener opción de poder, a menos
que esta sea la única y exclusiva meta; pero si se quiere ser un político que
busca construir alternativas, relación con los ciudadanos y ciudadanas con sus
demandas, tiene que buscar alternativas […] y la izquierda es una teología sin
ninguna conexión con la realidad. (HOY, jueves 4 de julio del 2 002, TEMA,
entrevista hecha por la redactora CIB, al profesor PC).
Luego, resulta evidente, que los ismos pueden apalancar, en
un sentido o en otro, las ideologías, dependiendo en que posición y momento
histórico usted se encuentre ( a favor o en contra de una de ellas), pero no pueden
ser considerados como tales, pues casi siempre su permanencia es muy efímera o
sólo queda como referente histórico así como lo ha pasado a ser el caballo como
elemento de transportación.
Dice un investigador norteamericano que: “El pecado original
de todo escritor, es ver el mundo sólo desde su propia perspectiva. La objetividad
es ilusoria. Como dijo Don Quijote a Sancho Panza: Eso que a ti te parece bacía
de barbero me parece a mi el yelmo de Mambrino, y a otro le parecerá otra cosa.
Kaplan, Robert D, The Return of the Ancient Times. Título en español: El
Retorno de la Antigüedad,
traducción por Jordi Vidal, Ediciones B. s. a. febrero del 2 002, Barcelona,
España, p. p. 27-41). Con esta cita de KRD, simplemente quiero decir, que mis
opiniones en este respecto, no son necesariamente definitivas e incontrovertibles,
aunque desde mi punto de vista las entiendo como válidas y racionales, y que,
naturalmente, valoro mucho su posición si son contrarias, y todo va a depender,
naturalmente, de cómo usted viva y piense, lo cual debe respetarse, por encima
de cualquier animadversión.
Concluyo con una observación de Gramsci respecto de la
importancia maquiaveliana de la política y la necesidad de ceñirse a la lucha
política, respetando las costumbres y las culturas de los pueblos, emulando el
éxito que le ha dado a la burguesía su capacidad camaleónica. Cito:
El príncipe moderno o
sea el experimentador inteligente que se mueve en el elemento ambiguo de la
política, que posee la doble naturaleza del centauro maquiavélico, de la bestia
y del hombre, de la fuerza y del consenso, de la autoridad y de la hegemonía,
de la violencia y de la civilización, del momento individual y del momento
universal […] (Gramsci, Antonio, Notas sobre Maquiavelo, sobre el Estado
Moderno y la Política,
Editorial Nueva Visión, Buenos Aires, 1 976, p. 48. Citado por Umberto Cerroni,
Teoría política y Socialismo, p. 164).
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